MISIÓN
Evangelizar en las especiales condiciones de su vida a los miembros del Sector Defensa y a sus familias para que, llevando una vida auténticamente cristiana, sean constructores de la paz.
VISIÓN
Una Iglesia particular castrense evangelizada en donde sus fieles, transformados por el encuentro con Cristo vivo, han llegado a ser conciencia evangelizadora de testimonio y anuncio; para que, como discípulos misioneros de Jesucristo, trabajen en la construcción de una patria reconciliada, libre, segura y en paz.
HISTORIA
Hablar del servicio Religioso y atención pastoral de las Fuerzas Armadas del País, nos remonta a la Época de la Independencia donde encontramos Religiosos y Clero Regular, que imbuidos del Espíritu de Libertad recibido y de Victoria en la vieja España sembraron en los Criollos el anhelo de salir de la esclavitud y forjar una patria soberana y libre.
Bolívar y Santander, Córdoba y Nariño en sus batallas libertadoras contaron no solo con la asistencia espiritual, sino también con el apoyo de párrocos de los pueblos por donde pasaban llevando en su pobreza solo la riqueza de su anhelo de libertad, comida y ropa que los fortaleciera en el paso por los páramos camino a la Batalla del Puente de Boyacá, que selló para siempre la libertad y rompió las cadenas opresoras del Imperio Español.
A través de los años en el siglo XIX Sacerdotes celosos y buenos, cuyo único lema era sembrar el Evangelio en los nativos acompañaron nuestros ejércitos y conservaron en esos puñados de héroes la fe en Cristo y el amor a María. Quizás en reconocimiento de ello, en 1930 el Ejército de Colombia nombró como capellán de la Escuela Militar al padre Pedro Pablo Galindo Méndez, quien acompañó a las tropas en la guerra con Perú y luego llegó como capellán del Estado Mayor; se encargó de dotar de capellanes a las unidades y organizar la asistencia espiritual en las tropas a lo largo y ancho del país, a tal punto que para el 13 de octubre de 1949 la Santa Sede creó el Vicariato Castrense , nombrando como vicario al Arzobispo de Bogotá en ese entonces el excelentísimo Señor Ismael Perdomo.
El padre Pedro Pablo Galindo siguió al frente de las capellanías durante los periodos de los señores Cardenales Arzobispos de Bogotá: Crisanto Luque y Luís Concha Córdoba; el Cardenal Aníbal Muñoz Duque tomó las riendas del obispado a la par que el Cardenal Mario Rebollo Bravo. En 1986 El Papa Juan Pablo II expidió una nueva legislación con la Constitución “Spiritualli Millitum Curae” y pasó a los Vicariatos Castrenses a ser Obispados Castrenses con Obispo propio.
Grandes Obispos como Monseñor Víctor Manuel López Forero a quien le tocó darle la organización de Diócesis, expedir los Estatutos aprobados por Roma, e impulsar el nuevo Obispado. Lo sucedió Monseñor Álvaro Raúl Jarro Tobos quien en pocos años sostuvo la Organización e impulsó el ya creado Seminario Castrense. Llegado en el 2001 Monseñor Fabio Suescún Mutis, Obispo evangelizador por excelencia, impulsó la pastoral en sus diferentes vertientes, dando prioridad a la evangelización, colocando al Obispado Castrense de Colombia como uno de los mejores de América y del mundo.
La Iglesia Castrense de Colombia siente satisfacción por la misión cumplida en casi 200 años de existencia y a sesenta y cinco de haber sido reconocida por la Santa Sede, como Vicariato Castrense y hoy Obispado igual a las diócesis con 190 parroquias a lo largo y ancho del país. Esta es la obra de Dios en esta porción de la Iglesia a quien le ha regalado pastores solícitos y buenos que solo anhelaron y anhelan hoy que Cristo Jesús sea conocido, amado e imitado.
Monseñor Víctor Manuel López Forero Monseñor Fabio Suescún Mutis