Hoy, estamos de fiesta, y estamos de fiesta porque una…
Ordenaciones Sacerdotales 2016
No Hemos venido a esta iglesia particular a presenciar el grado de unos jóvenes que han terminado sus estudios y que se disponen a emprender un ejercicio profesional, estamos aquí reunidos para ser testigos de una consagración. El Espíritu de Dios que los eligió para el presbiterado y para el diaconado, para el ministerio de lectores y de acólitos es el que ahora los consagra para Dios y los envía para que hagan un servicio en favor de la humanidad que necesita de Dios y que necesita de hombres que acerquen a todos a Dios nuestro señor, que nos fortalezca en su fe y que nos anime a la práctica del amor. Como pastor de esta Iglesia castrense quiero alabar al Señor, que enriquece a esta comunidad de los militares y policías de Colombia y que nos entrega nuevos trabajadores en la viña del Señor, para que cada día sea mayor el número de policías y militares y sus familias que conozcan, que amen y que imiten a Cristo nuestro señor.
Quiero también dar las gracias al rector y al equipo de formadores de estos hombres que han hecho un proceso para ser enviados en el nombre del Señor, que el Señor bendiga también a todas las personas que como benefactores contribuyen a la formación y al ambiente familiar en el cual se forman los elegidos del Señor para la iglesia castrense. Yo podría y quiero bautizar esta generación, esta promoción de alumnos de nuestro seminario titulándola como la “Generación de la Misericordia”, acabamos de terminar el año de la misericordia y este año nos ha servido para tomar conciencia clara de que el amor de Dios es misericordioso y que aunque como dice el Santo Padre haya terminado el año jubilar y se haya cerrado la puerta santa, sigue abierta la puerta de la misericordia de nuestro corazón, abierta de par en par para que se siga realizando este tiempo, que es tiempo de la misericordia.
Estos jóvenes van a ser de manera particular los hombres de Dios, que anuncian, viven y celebran la misericordia de Dios. Aquí están con corazón generoso y grande, lo han apostado todo por Jesús y se identifican con la persona de Pedro, que en la puerta hermosa responde a aquel paralitico diciendo no tengo ni oro ni plata pero en nombre del señor Jesús vas a volver a caminar, no tenemos riquezas humanas, ni poder de público pero queremos entregarte todo en beneficio de nuestros hermanos, para que todos los que sufren por el pecado y por las dolencias de la vida y de este cuerpo humano, encuentren en Jesús Nazareno, la verdadera salvación, ellos lo dan todo por Jesús para que ellos animen y salven a todos los que están postrados por el dolor, el pesimismo, la tristeza o la amargura. Con el Santo Padre Francisco quisiera invitar a estos elegidos, a sus familiares y amigos y a los queridos presbíteros que participan en esta ordenación, a reflexionar en la misericordia a la luz de este texto evangélico que acabamos nosotros de escuchar.
Es un encuentro conmovedor, maravilloso, es un encuentro emocionante que nos tiene que llevar a nosotros a reflexionar sobre cómo es Dios, y cuál es el comportamiento que nosotros sus discípulos debemos imitar. Cerca al templo de Jerusalén se realiza un encuentro único una mujer pecadora con Jesús el maestro de Nazaret, está a punto de perecer porque se ha dado contra ella la condena de ser apedreada por ser infiel a su marido, y se aprovecha la gente de la presencia de Jesús, para implicarlo en el juicio y en la sentencia y la actitud de Jesús ante esa mujer, actitud en primer lugar silenciosa y actitud que termina en el perdón, nos lleva a nosotros a pensar en la actitud misericordiosa y benevolente de Dios con el hombre que sufre.
La misericordia es la actitud del hombre que viene al encuentro del pecador y es el Señor Jesús que es misericordioso que nos enseña a nosotros a ser también a ser misericordiosos con el hermano, nos indica que el amor de Dios, es un amor que sabe leer el corazón de cada persona. Un sacerdote, un ministro de Dios, tiene que ser experto en la lectura de la intimidad de cada persona, no podemos juzgar por apariencias, no nos podemos quedar simplemente en lo externo, tenemos que entrar dentro del interior de la persona, como aquella adultera en cuyo corazón entro Jesús y que quería ser comprendida, ser perdonada y ser liberada, Jesus nos enseña que la misericordia no es condenar, sino tener un sentimiento de piedad y de compasión… “dónde están los que te condenan”, “se han ido Señor”, “yo Tampoco te condeno, vete en paz”.. Jesús abre siempre en el hombre necesitado la perspectiva de un futuro mejor, la misericordia además es esperanza y es llevar alegría a todos aquellos que sufren la angustia, la incertidumbre, la debilidad.
Lo que nosotros queremos como pastor de esta Iglesia Castrense es que los ministros que hoy ordenamos se conviertan en verdaderos agentes de esperanza y alegría en el mundo castrense de Colombia, Colombia necesita esperanza porque con nuestras ultimas actitudes nos estamos convenciendo de que no podemos salir adelante, de que nuestro destino es quedarnos rumiando nuestro propio pecado, nuestra propia indiferencia, nuestros propios odios. Colombia necesita optimismo, Colombia necesita esperanza, no estamos solos, estamos con Dios, Él es nuestra ayuda y por eso no tenemos que comprar alegrías falsas sino que tenemos que hacer que de nuestro corazón surja el verdadero sentido de alegría, de vivir juntos, de compartir todos nuestra existencia en respeto a cada persona; sacerdotes, diáconos que sean portadores de esperanza, que sean testimonio de la verdadera alegría y finalmente la misericordia lleva ese perdón que cambia la vida, la actitud misericordiosa de Jesús llevó a aquella mujer pecadora a cambiar su vida, “vete y no peques más” y abre de esta manera Jesús la puerta a esa mujer para que su vida a partir de ese pecado, reconciliado con Dios sea una vida de esperanza, sea una vida nueva, sea una vida de alegría, ustedes queridos señores diáconos serán los presbíteros de la misericordia, ustedes nuevos diáconos serán los servidores de la misericordia, ustedes queridos acólitos serán los servidores que celebran y ayudan a la celebración de la misericordia, usted querido señor lector, será el anunciador de la misericordia.
Que hermoso ser ministro del amor misericordioso del Señor, para eso el Señor ha elegido a estos jóvenes, para esto los envía el Señor, celebrantes de la misericordia, que oran por nuestros hermanos, celebrantes de la misericordia que en la eucaristía interceden por el perdón de los pecados de sus hermanos, celebrantes de la reconciliación que perdonan con la misericordia de Dios al pecador que viene arrepentido en búsqueda del comienzo de una nueva vida, sacerdotes de la misericordia que llevan la fortaleza a los enfermos en el sacramento de esa unción sagrada, los fortalece para enfrentar la enfermedad, la vejez, los momentos duros de su cuerpo y de su espíritu. Que Dios bendiga a estos jóvenes, que ellos vayan marcados, nuestro Ejército y nuestras Fuerzas militares y de Policía necesitan misericordia, para que ellos que se han entregado por misericordia a ser nuestros defensores realicen esa misericordia en su vida familiar y personal.
Queridas familias ustedes tienen hoy que tener dos sentimientos particulares en su corazón dar gracias al Señor por haber sido elegidas porque el señor las regala con un diacono, con un sacerdote, con un lector, o con un acólito, elegidas por Dios, pero que también que este sea un momento de entrega de sus hijos al Señor, no es el sacerdote para la familia, es la familia que entrega al sacerdote para el servicio de Dios, recuerden a María y a José en el momento de la presentación del niño en el templo, lo entregan porque ya no les pertenece, es de Dios, es para las cosas de Dios y ustedes van a tener ese corazón grande de entrega y de sentirse bendecidos por el señor, estamos celebrando la primera misa de Ricardo Antonio David Giraldo y de Darío Guillermo Fernández Bautista, ellos pueden ya acercarse a lo que han aspirado, para lo que se han preparado ser ministros de la Eucaristía, ministros de la misericordia de Dios que entrega su vida, que derrama su sangre, para que nosotros entendamos que Dios es bueno, que para Dios nunca nada está perdido, porque Dios es el primero que se ha inmolado para nuestro bien.
Oremos por estos elegidos para que sean fieles, para que no traicionen los designios de Dios, para que no cambien los planes de Dios, para que con alegría asuman su responsabilidad de ser servidores de la misericordia de Dios, en favor de los hermanos, con la protección y el amparo de María, madre y reina de su vocación.
AMEN.
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