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Editorial Mensajeros de la Paz

 

Emprendemos hoy, la tarea de construcción de una Nueva Sociedad enamorada de la vida, de la calidad del vivir, de la felicidad, de la dignidad de la persona humana, de la justicia social, de la prosperidad y de esa reconquistada vocación de permitir que, por fin, nazca una generación de colombianos que conozcan la paz, la seguridad, la tranquilidad, la libertad responsable en tanto que nosotros tratamos del “olvidar” como nos lo aconseja Isaías al recomendarnos que “no recordemos las cosas anteriores, ni consideremos las cosas del pasado” (Is 43,18).

No se trata de “olvidar” como algunos piensan que es el actuar como si nada hubiese ocurrido sino de purificar la memoria y poder ocupar nuestro tiempo en mirar hacia adelante porque está sucediendo “algo nuevo”, está aconteciendo algo absolutamente diferente (Is 43,19) : Hemos llegado al inicio del camino cierto de la paz. Ahora entonces es preciso soñar y todos aquellos que de buena voluntad y clara inteligencia aspiramos a la construcción de una Colombia mejor, sin abandonar la razón, hemos de ingresar en la dimensión del sueño, de ese deseo legítimo de humanización, de la voluntad de dejar el mundo y una Colombia mejor de la que encontramos.

Tenemos que reconocer que ha habido muchos que en las generaciones pasadas asumieron sacrificios enormes para que esta “realidad nueva” de la paz fuera posible. Por todos ellos demos gracias en este día. Estamos convocados a trabajar juntos. Alguien afirmaba que “si no luchamos todos unidos seremos destruidos por separado”. Estamos juntos inventando la paz, y lo estamos haciendo dándole contornos definidos al Bien Común. Nunca antes se soñó la “Buena Paz”; siempre se pensó en ella a veces equivocando caminos; otras veces abandonando los emprendidos; otras permitiendo que el pesimismo nos paralizara; pero ahora se hacía necesario dar un paso definitivo para que “aconteciera” y poder cuidarla.

Estamos hoy viendo nacer la Paz con la certeza y el convencimiento que la verdad para unos es, ahora, sembrar y para otros, en el mediano por venir, será cosechar. Nadie debe interferir ahora con el crecimiento de la semilla de la paz que está convocada a ser árbol grande que dé sombrío y cobijo a todos aquellos que habitamos en esta patria cuyo despertar a la libertad y a la convivencia hoy celebramos.

Queremos sí la paz pero que sea “una Buena Paz”. Para ello es preciso enamorarse del sentido de la vida, saber que el convencimiento cultural y religioso del “no matar” implica además compometerse con uno de los rostros más elementales y apasionantes de la paz que es el rostro del “Bien Común” que se expresa en el reto en el cual “el progreso” se convierte en “desarrollo para todos”, en una evidencia que es constatable a través de la salud, de la alimentación, de la vivienda, de la educación, del empleo, de la seguridad y del cuidado de la naturaleza.

Hay que alejar de nosotros todos los factores que conducen a ser agentes e instrumentos de muerte. La opción del cristiano que cree realmente en Dios es la del optimismo. Se nos dice muy claro en el Salmo 23 que hemos escuchado que “El Señor es nuestro pastor y nada entonces nos falta” y bien cierto es que “aunque pasemos por quebradas oscuras, no tememos ningún mal, porque el Señor está con nosotros y hemos de afrontar sin miedo las dificultades”.

El camino que hemos de recorrer no será fácil pero lo recorreremos juntos, reconciliados y en la presencia de nuestro Dios que está lleno de misericordia con nosotros y para Él nada es imposible. Hemos de saber luchar por la paz. El evangelio de Juan nos presenta la “clave” del momento histórico que vivimos. El Señor resucita y su mensaje es solo uno e inconfundible: “Paz a vosotros”. Impresiona el “Señor de la Resurrección” cuando luego de su saludo muestra sus cicatrices, sus heridas de la crucifixión. Es cierto; hoy todos los colombianos podemos también mostrar nuestras heridas pero no hemos de detenernos tan solo en el lamento sino salir hacia adelante aceptando que la misión encomendada es ser “mensajeros de la paz” y abrirnos al Espíritu Santo para poder cumplirla.

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